lunes, 13 de julio de 2015

Hoy traigo un nuevo proyecto en el que me ha encantado participar. Una Imagen Mil palabras, de Reinvidando Blogger. Esta es la imagen que he escogido y, a continuación unas cuantas palabras sin sentido que llegaron en una noche de martes cualquiera. !No olvidéis tampoco pasaros por el resto de relatos de mis compañeros!.

 



Una vez me preguntaron por qué escribía, en ese entonces yo me quedé callada y bajé los ojos, después contesté: supongo que porque me hace feliz. En ese momento no lo entendía, pero ahora sí.

Escribimos porque de esa forma encontramos una manera de desahogarnos, de calmar  nuestra mente en medio de una tempestad, una tormenta de pensamientos que nos abruman y nos devoran lentamente.

Escribimos cuando estamos tristes, como una forma de alejar esos malos pensamientos, de mostrar nuestra alma en cada escritura; escribimos para conocernos y nos conocemos mientras escribimos.

Escribimos porque algo nos dice dentro que tenemos que escribir.

Escribimos, e incluso a veces ni siquiera sabemos el qué, escribimos con ganas, con rabia y pasión, nos desangramos en cada letra y en cada escrito se desata una guerra., una guerra donde las inseguridades ganan terreno poco a poco y donde todo parece perdido.

Escribimos porque nos hace felices y nuestro teclado miles de lágrimas ha visto.

Escribimos amando y amamos escribiendo, porque somos así, porque las palabras son el arma más afilada que tenemos, pueden ser tan cortantes que hieran en lo más profundo del ser o las palabras más dulces que nos podamos imaginar.

Escribimos y a veces no decimos nada. Escribimos encriptando mensajes para que no todo el mundo pueda leerlos, nos desnudamos de pensamiento, dejando que sólo ciertas personas conozcan lo que realmente escribimos, porque en cada composición hay cierta parte de nosotros que no dejamos ver a nadie, porque dejamos huellas, no sólo físicas sino también en el alma.
 
Escribimos palabras que pueden cambiar el mundo, vivimos y crecemos rodeados de escritura y eso alimenta nuestros corazones, porque la gente dice que escribe con la cabeza, pero yo no lo creo, yo creo que se escribe con lo más profundo del corazón.

Escribimos a veces por no llorar, porque nos calma y nos ayuda a entendernos incluso en aquellos días incomprensibles.

Escribimos y no paramos de escribir; escribimos en papel y en cualquier aparato electrónico, escribimos en las paredes, en los libros y hasta incluso en el techo porque simplemente no podemos parar de escribir.

Escribimos llorando y escribimos riendo, leemos escritos y acabamos llorando o riendo, ¡o ambas a la vez! de cualquier modo no estamos seguros de por qué bajan esas lágrimas por nuestras mejillas, pero algo nos dice en nuestro interior que hay que hacerlo, porque nuestra alma se funde y se entrega en cada relato, hasta en una lista de la compra hay un pedacito de cada uno de nosotros.

Nos pueden quitar la voz, el dinero y nuestra opinión pero hay algo que nunca podrán quitarnos: las palabras. Hacemos magia con ellas, las transformamos y les damos forma, las volvemos peligrosas y también sutiles, las vamos variando y provocamos con ellas sentimientos en los demás.

Nunca debemos dejar de escribir. Quizás escribimos pensando que algunos de nuestros escritos quedarán para cuando ya no estemos, una forma de permanecer en nuestro mundo aunque ya nos hayamos ido, una forma de que nuestras ideas prevalezcan, de que no se marchiten y mueran como una planta al sol del verano.

Escribimos y volvemos a escribir porque una traviesa viajera nos visita y nos susurra dulces palabras al oído. Morimos en cada composición y renacemos cada vez que escribimos.

Escribimos para refugiarnos en nuestros mundos de una Realidad que nos ahoga, nos escapamos en cada relato y vivimos aventuras inimaginables e incomprensibles para los demás.

En aquel momento me quedé callada y ojalá hubiera podido decir todas las palabras que me vinieron a la mente cuando me di cuenta de por qué realmente escribo; escribo para dejar salir la verdadera persona que soy, para dejar de fingir aunque sólo sea por un rato, para dejar salir todo lo que llevo dentro y eso nadie podrá quitárnoslo, porque es nuestro, parte de nosotros y de nadie más.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Dorium



Fijó sus ojos azules por la ventana de la habitación, perdiéndose por el bosque que veía en el fondo de aquella pradera verde y nublada, con las gotas de lluvia recién caídas de la tarde. La profesora daba una materia que ella había dejado de escuchar hacía ya mucho tiempo. De repente, bajo la atenta mirada de la muchacha, una bandada de hadas pasó por delante, todas minúsculas y rápidas, tan sólo un borrón de color, pero ella lo vio, las vio pasar raudas hacia quién sabe dónde, mirando hacia donde había desaparecido la pequeña bandada de hadas, un destello llamó su atención, una pequeña hada se había quedado rezagada de las demás, quien la habían dejado atrás, muy atrás. La pobre criatura era de una inmensa belleza, como las demás hadas, pequeña, de no más de 8 centímetros y de un largo y sedoso pelo azul, azul intenso como el mar, ella movía sus alitas todo lo rápido que podía, mas no era suficiente para alcanzar a las demás, en sus alas plateadas se había quedado enganchado una ramita minúscula que le impedía volar tan rápido como las demás, a la muchacha le sorprendió el esfuerzo de aquella criatura por ser igual que las otras, alargó la mano, en cuanto el hada estuviera lo suficientemente cerca la agarraría, cuando por fin lo logró, aquel ser emitió una especie de chillido antes de que los dedos de la muchacha se cerraran en torno a su pequeña figura, la pequeña no paraba de retorcerse y chillar; con la otra mano, la joven retiró la pequeña rama que impedía a la criatura estirar sus alas, en el momento en que éstas fueron liberadas la pequeña hada se tensó, dejando todo su cuerpo rígido, despacio fue estirando sus alas, sus auténticas alas, y echó a volar tan rápido que en un par de segundos tan sólo fue un borrón entre las grises nubes
-         - De nada, bicho estúpido.- Susurró la joven volviendo a sus posición original
-      - Señorita Gaahl, un placer tenerla con nosotros.- Dijo la profesora, mientras algunos soltaban unas   risillas.- ¿Podría continuar?
-    - Por supuesto, nadie puede perderse una palabra de lo que usted dice, señorita Gord.- Dijo la muchacha, mientras la clase estallaba en unas sonoras risotadas.- Hablaba usted de la Gran Guerra, como siempre, señora. Una guerra iniciada por los humanos, en el año 2078 contra las criaturas mágicas, la cual duró 40 años hasta que se formalizaron Las Alianzas, allá por el 2119, que se renuevan cada tres años gracias al consejo que…
-        -  Es suficiente, señorita Gaahl.- Gruño aquella gárgola vieja que tenían por profesora
-     -...Que está formado por cada líder de las cinco razas: vampiros, licántropos, humanos, elfos y magos.- contó con sus dedos.-  que reinan en armonía, o eso es lo que dicen ya que las malas lenguas dicen que se esta preparando una…
-        -  ES SUFICIENTE MINA GAAHL.- Gritó su profesora, estampando el libro que tenía en su mano a   la mesa.- FUERA DE ESTA CLASE
Todo el mundo calló de repente, como si un manto de silencio se impusiera en aquella clase descolorida de aquella estúpida ciudad, como si todos los seres del planeta se hubieran callado al mismo tiempo y reinara la paz. La joven se levantó bruscamente, recogió su libro, se puso la mochila al hombro y salió de la clase dando un portazo.
Por los pasillos de aquella escuela infernal los minutos pasaban como horas, sacó de su chaqueta verde un gorro de lana negro y se lo puso en la cabeza, antes de salir por aquellas puertas de cristal se fijó en su reflejo, el pelo marrón, de destellos rubios caía como una cascada por sus delgados hombros, hasta la cintura, sus ojos azules la miraban, desafiante, le devolvían una mirada fiera, se pasó la lengua por sus resecos labios y empujó la puerta de un tirón, saliendo a la fría tarde  de invierno, abrochando su chaqueta hasta arriba de todo, sacando del bolsillo de su pantalón un cigarro y llevándoselo a la boca, un solo pestañeo y el cigarro se encendió de la nada, como si hubiera estado allí un mechero desde siempre. Inspiró esa calada de humo que tanto le relajaba y expulsó lentamente. Anduvo hasta que podía extender sus brazor y tocar los troncos húmedos de aquellos árboles, ese bosque con el que fantaseaba todos los días a través de las ventanas de la siniestra clase. Se quedó ahí por largo rato, las llamadas en su móvil rompían de vez en cuando el silencio natural, alterándolo con su música infernal. El sol bajó y, al darse cuenta de que tenía hambre decidió dar la vuelta y volver por el camino que  había tomado cuando unos arbustos se movieron a un lado del camino. Oteó el lugar, y al no ver nada, volvió a emprender su camino cuando pasos, esta vez eran pasos, se escucharon demasiado cerca, se escondió detrás de un árbol en el camino y esperó. Efectivamente, un minuto después observó a tres jóvenes que corrian por el bosque, vestidos de negro y camuflaje, con armas en sus manos, negras y aterradoras. Eran la Resistencia, un grupo de hombres y mujeres opuestos al sistema, Alegando que los humanos destrozaron el mundo no tenían derecho a vivir en el Nuevo mientras que los magos eran la raza más despreciada, perfectos asesinos, reflejos rápidos y vendidos a los humanos para cazar animales exóticos y criaturas mágicas, animales y personas mueren cada día por su culpa, con sus trucos mágicos y el domino de la naturaleza muchos han muerto, para que los humanos puedan jugar a ser dioses. Tanto desprecio por su raza, pensó la muchacha. Ella era un híbrido, mezclas de diferentes razas, ella era medio elfo-mago. Algo tan puro mezaclado con el pecado, los elfos eran las criaturas más delicadas y puras, serenos y hábiles, infinitamente sabios y hermosos. Nunca conoció a su madre, por ello vivió con su padre, el elfo, miembro de la rama científica del Consejo. Presidente de la mayor corporación científica de la ciudad, una de las primeras del mundo. Era severo, un reputado científico, a veces insensible pero era un padre, era un buen padre. Pensar en su familia hizo que un retortijón atravesara en su estómago, la culpabilidad llenó su cuerpo. Salió de detrás del árbol y empezó a correr en dirección opuesta a los chavales, las ramas se enganchaban en su chaqueta y le daban tirones hacia atrás, pero ella no desistió en el empeño, empezó a acelerar el ritmo cuando oyó pisadas detrás suya, la seguían , estaba segura de ello, su gorro se enganchó en una de las ramas y se perdió en la oscuridad, no le importó, siguió corriendo hasta que los pulmones ardieron, cuando la cogieron y la estamparon contra un árbol sólo logró pestañear, en un solo segundo una figura negra la tapaba contra el árbol, impidiendo cualquier posibilidad de escapar, su mano enguantada tapaba su boca con tanta fuerza que apenas podía pensar. Vió unos ojos verdes que la miraban con curiosidad, distingiuó que era un hombre, de su edad más o menos, respiraba entrecortadamente contra su mano mientras el vaho salía de su boca. Analizaba toda la situación sin pestañear, esos ojos verdes, entre la oscuridad sólo podía distinguir diferentes retazos de su cara. Aflojó su agarre y aprovechando la ocasión, se escabulló entre sus brazos mientras le propinaba una patada en la barriga, el joven soltó una maldición doblándose bajo su cuerpo. Mina corrió dejando todo atrás, al muchacho, al bosque, a los árboles, ella sólo corrió y corrió, dejando que sus botas se hundiera en el barro y que las ramas pincharan su piel. Salió a la gran explanada cerca de su colegio, estaba exactamente en el mismo lugar donde ella miraba todos los días desde su clase, forzando la vista hasta casi podía ver la ventana de su clase, casi. Apartó aquellos pensamientos y bajó aquel campo enorme a la carrera, todo era cuesta abajo asi que no le llevó mucho tiempo. Nunca volvió a mirara atrás, puede que aquellos la hubieran seguido, pero al girarse no encontró a nadie, no se oía nada. Se perdió entre las calles, los edificios bajos, de piedra, después de aquella guerra el mundo quedó destrozado y tuvimos que reconstruirlo poco a poco. Las calles empedradas se parecían unas a otras, siempre con los mismos tejados, las tejas rojas, las flores en las ventanas, como una pequeña ciudad de juguete. Su casa no quedaba lejos y, al llegar no quedó impresionada por la enormidad de ese lugar, su casa era la más grande con diferencia, de piedra, con dos pisos, enormes puertas y ventanas. La ventana del salón estaba encendida, soltó una maldición y entró. Su padre estaba en el sofá, sentado, mirando el fuego de la chimenea encendida; su esposa, Marguerite, estaba sentada en el sofá de dos plazas, con las piernas perfectas cruzadas la una sobre la otra, perfectamente educada, con la espalda recta, una copa de vino tinto en la mano, y no podía faltar el puñetero perro de raza tumbado junto al fuego, en la alfombra persa. Era un cuadro perfecto donde la única que sobresalía era ella, con sus pantalones apretados y rotos del bosque, la chaqueta verde colgando de un hombro, la mochila embarrada en la mano y el pelo desordenado con restos de ramitas entre él, era como si hubiera vuelto de una guerra campal donde la anarquía reinaba.
-         - Hey.- Dio más bien en un suspiro, soltando la mochila sucia en la alfombra. Marguerite frunció el ceño, pero no dijo nada y, lentamente bebió un sorbo de esa bebida roja como la sangre.
-         - ¿Dónde has estado?- El tono brusco y poderoso de su padre retumbó en la habitación, el duelo de miradas con su “madre” tendría que parar
-         - Por ahí.- Era una mala respuesta, lo sabía, su padre lo sabía también, pero en aquel momento no sabía qué más decir
-        -  Han llamado del colegio…
-         - EH! Eso no fue mi culpa, fue culpa de esa zorr…
-       -   MINA!- ese gritó la calló por completo.- Vas a cumplir dieciocho años! Deja de comportarte como una niñata descontrolada
Esas palabras dolieron como una bofetada, cogió la mochila del suelo de un tirón y subió las escaleras entrando en su cuarto de un portazo. Se tumbó en la cama, mirando hacia el techo, de pequeña ella y su padre habían pegado estrellas luminosas en el techo, por el día no se veían bien pero por la noche brillaban como luciérnagas. Decidió quitarse aquella ropa embarrada y rota, se desvitió lentamente, quedándose en ropa interior, cogió una toalla esponjosa de detrás de su puerta y se la puso en su cuerpo, abrió la puerta y se deslizó lentamente por el pasillo, abajo, en el salón seguía su padre, esta vez copa de whisky en mano, se agachó un momento, agarrada a la barandilla, escuchando.
-         - … no sé qué voy a hacer con ella.- Suspiraba su padre después de beber un trago de aquel líquido ambarino.- No sé si está preparada
-         - Lo está, hoy lo he visto.- Respondió Marguerite, sentada a su lado.- Ha entrado por esa puerta y tenía un brillo en los ojos, una especie de confianza y seguridad, está preparada
-        -  Yo sólo he visto a mi niña, de cinco años, cuando aún me llamaba papi y me pedía caramelos de limón
-        -  Pero es lo que siempre ves, se ha hecho mayor y se ha convertido en una fuerte mujer, tiene que       aceptarla como es ahora
Se quedaron en silencio, con el crepitar de las llamas de la chimenea de fondo. Mina se quedó en el suelo del pasillo, nunca había oído a Marguerite hablar así de ella, ¿más fuerte? ¿con seguridad? En el fondo sabía que no era una mala persona, sólo demasiado pija para su gusto. Se levantó despacio, agarrándose la toalla y cruzó el pasillo hasta el cuarto de baño. Encendió la ducha y se miro en el espejo ¿seguridad?¿una mujer?. Su pelo enredado de color marrón claro caía descolocado y sin gracia alrededor de su cara, su piel tostada, un leve moreno, propio de la raza élfica, incluidas sus orejas acabadas en punta, aunque casi ni se notaba. A veces, cuando escuchaba algún ruido lejos de ella, movía las orejas con gracia, sus ojos claros eran lo único que destacaba, no eran ojos de elfo, eran ojos de mago, claros, de un azul brillante, con pequeñas manchas verdes salpicando su iris aquí y allá, era lo único que la identificaba como algo más que un elfo y, por un momento, pensó en su madre, con la misma facilidad con la que llegó, desechó ese pensamiento y se metió en aquella bañera llena de vapor de agua. Dejó que el agua caliente relajara sus músculos, aun tensos por la carrera de antes, la adrenalina aún corriéndole por las venas, supo en ese momento en que hoy no dormiría. En poco más de diez minutos ya estaba seca y con el pijama, una sencilla camiseta y unos pantalones de rayas. Ya en la cama le vino a la mente la imagen de esos ojos, esos ojos verdes que la habían interceptado en el bosque, y contrario a lo que pensaba se quedó dormida con el color verde de fondo.

Se levantó cuando un peso cayó a su lado, abrió los ojos y vio a su padre sentado en su cama, le tocó el hombro suavemente
-          Vístete y ven.- Se levantó de la cama y salió de su habitación
Se levantó de un salto, se quitó el pijama de dos tiron y cogió unos vaqueros del armario, una camiseta de colgaba de su silla y salió poniéndose uno de sus tenis, su padre la esperaba debajo de la escalera. Le siguió y ambos salieron de la casa, se subieron en el coche y, en silencio, su padre arrancó el coche.
-          ¿Adónde vamos?- Dijo mirando distraída por la ventana
-          A mi laboratorio
Eso captó su atención y dejó de mirar el paisaje para observar a su padre, sentado al volante, con la mirada sería y los ojos marrones fijos en la carretera. Su padre sí que era el prototipo de elfo, alto y delgado, con la piel olivácea y los ojos marrones, el pelo rizado y marrón y, sobretodo, extremadamente guapo. Las imágenes fueron pasando cuanto más se acercaban a las afueras de la ciudad, los edificios seguían en construcción, edificios altos, hechos en materiales recientes y modernos, tan comparables como las casitas de piedra de la otra punta de la ciudad. Aparcamos a las afueras de aquel gran edificio, alto, imponente, de cristal. Bajaron del coche y Mina se quedaba mirando hacia todos lados, con la boca abierta, Al notar su cara, el padre no pudo evitar que una sonrisa escapara de sus labios. Si por fuera era impresionante, por dentro lo era todavía más, personas, cientos de personas corrían con papeles de allí para allá, pasaron a través de unas barral metálicas que se abrieron cuando su padre pasó una tarjeta por ellas, después pasaron por varios detectores de metales. Entraron en el ascensor, y su padre pulsó el botón de -3
             
            - ¿-3? ¿cuántas plantas hay?- Preguntó la joven con extrañeza
            - Tenemos hasta 20 plantas, pero adónde te voy a llevar yo es a mi planta personal, es mi laboratorio, donde trabajo
Salieron a un pasillo largo y oscuro, de piedra y lo recorrieron lentamente hasta llegar a una puerta, en cuanto la abrieron una luz los cego, era una sala enorme, como dos campos de fútbol y todas llenas de gente, de vitrinas vacías, y algunas incluso con experimentos dentro, formas no humanoides, incluso había una jaula vacía al final de aquella sala. Por un momento, el miedo embargó a Mina al imaginarse los miles de experimentos que llevan a cabo ahí abajo, un escalofrío subió por su columna vertebral.
-         - Llevo años experimentando aquí abajo, y ya estoy empezando a sentir los símbolos de la vejez…
-           Oh, papá, ese rollo otra vez no, no estás tan viejo…
-         -  Lo estoy.- dijo volteando su cabeza para mirarla directamente, su sinceridad se leía en sus ojos y la   seriedad era palpable en el aire.- Por eso quiero que conozcas mi trabajo.- Dijo volviendo a su posición original y bajando las escaleras
-          - Bueno… ¿y quién paga todo esto?
-         -        El consejo, por supuesto, ellos están tan ansiosos por el descubrimiento tanto como yo, estamos avanzando mucho a un ritmo alarmante
-         -  Pero, con todos estos inventos, ¿por qué no ayudáis al pueblo? Ya los has visto, viven en la miseria casi...
-          - Oh Mina, tu siempre exagerando… por supuesto que lo compartiremos con el pueblo, sin ellos no     estaríamos asi, pero para ello necesitramos experimentar. El consejo sabe muy bien lo que hace
-        -  Si? Yo no estoy tan segura.- Dijo la muchacha observando una especie de bicho de metal, expuesto   como en un museo.
-          -   rumores de la Resistencia son sólo eso, rumores. El consejo no está comprado, son fieles y sinceros y nos protegen de nuestros enemigos
-         -   ¿Enemigos?- Mina pensó en los tres jóvenes de la noche anterior, vestidos de negro, con aquellas armas
En ese momento un joven de la edad de la muchacha se acercó a ellos, era alto y musculoso, con una bata blanca sobre un jersey negro de pico, por el que se escondía una cuerda de cuero.
-       -    Señor Gaahl, necesito su autorización para el experimento 563-H.-
Su voz alta y grave le trajo un recuerdo a Mina, el recuerdo de una respiración entrecortada y una maldición y cuando giró su cabeza para ver al joven que estaba junto a su padre casi se le cae aquel pequeño escarabajo de metal con el que llevaba jugueteando un buen rato, esos ojos verdes, esos ojos con los que había soñado la otra noche, los ojos que no hacía ni 24 horas estaban a centímetros de su cara, con una mano tapando su boca. El joven dirigió su mirada hacia ella y una leve chispa de reconocimiento se encendió en sus ojos. Tranquilizó a su desbocado corazón, asegurándose a si misma que podía estarse equivocando. El joven intentaba aparentar hacer caso a lo que mi padre le decía pero de vez en cuando sus ojos se posaban en ella nuevamente, pasó una mano por su pelo cobrizo, despeinándolo más de lo que estaba.
-       -    Mina.- dijo su padre de repente.- ven aquí, este es el señor Karrp, nuestro más joven y brillante científico, tiene sólo dos años más que tu
-         -  Por favor, señor, llámeme Aiden.- Sus ojos viajabn entre mi padre y yo cada pocos segundos
En esos momentos una chica joven se acercó a ellos, vestía la misma bata blanca que todos los demás y llevaba en sus manos unos papeles desordenados
-         -  Señor Gaahl, le necesitamos ahora mismo, es el experimento 602
Los ojos de su padre se abrieron con preocupación infinita y con un seco “vuelvo enseguida” los dejo allí, a ellos dos, plantados en aquella enorme oficina. Los primeros segundos fueron tensos, él sabía lo que yo estaba pensando, la había reconocido sin lugar a dudas. Mirando detenidamente al chico, Mina descubrió la tinta de un tatuaje que asomaba por su cuello, era minúscula, una pequeñísima raya negra, no parecía un tatuaje, sino más bien un borrón de alguna pintura.
-         -    Mira, no sé que quieres de nosotros, pero será mejor que no asomes las narices donde no te llamaban.- Dijo el hombre con una voz fría como la del acero
-         -   No sé de qué me estas hablando.- Por supuesto que lo sabía, él no era tonto, o por lo menos no tendría pintar de serlo
-         -    Hablo de tu pequeña escapada al bosque, no quiero volver a verte por allí.- A medida que iba hablando se fue acercando más a ella hasta estar a tan sólo unos centímetros. En sus ojos sólo se reflejaba la frialdad más absoluta.
-        -  ¿O sino qué…?-  Lo estaba retando, Mina sabía que son esa respuesta estaba empezando un juego del que no estaba segura de querer entrar, ni segura de poder salir.
Antes de que le respondiera, un brillo iluminó sus ojos ¿maldad?¿picardía?¿diversión? cientos de respuestas se le ocurrieron para su mirada, pero su padre apereció tan rápido como había desaparecido
-        -     Aiden, nos vemos después.- Dijo en casi un suspiro de voz, estaba apresurado, el cabello          despeinado.- Mina, ven conmigo, te voy a mostrar mi mayor experimento
Por el camino que le llevó su padre observó que no todas aquellas cosas eran tecnológicas, observó varios animales en jaulas, criaturas que estaban casi extintas o que ya habían desaparecido. En una mesa, un experimento olvidado creaba un pequeño tornado de color azul hielo, que iba girando y girando sobre sí mismo, cambiando de color rápidamente, en una pizarra ponía: “Experimento 109- Control de las materias”. Las materias, pensó Mina, se decía que las materias eran los poderes que habían dado lugar a las cinco razas, los que las dotaron de su poder y les dieron sus necesidades particulares; existen en todas las cosas de este mundo, el aire, las piedras, la tierra, el agua... Nunca pensó que de verdad existieran, que era sólo una leyenda de viejos. Antes de que pudiera seguir pensando, su padre la condujo hasta una habitación oscura, las luces de baja intensidad le permitían observar varias pantallas de ordenador que iluminaban a las personas que estaban enfrente de ellas, hombre y mujeres, quizás 10 u 11 estaban allí, y, de repente, lo vio, era una gran mampara de cristal llena a rebosar de una especie de líquido azul, dentro se podía observar una borrosa sombra negra, de vez en cuando aquella cosa se removía y se torcía, como si estuviera viva. Una mujer extremadamente alta y delgada, de un cabello rubio platino como el sol se acercó e ellos. La mujer, de una palidez extrema, habló con voz aguda.
-        -  Hemos logrado contenerle, pero me temo que la inyección de la quinta materia tarda en disolverse, la rechaza constantemente y…
Sin darse cuenta habían empezado a andar, bajando las escaleras metálicas donde se encontraban los ordenadores hasta una espaciosa planta con la mampara en el centro, como si fuera una ventana, aunque el lugar del paisaje ves a una especie de figura viscosa negra.
-        - La dosis será en cinco minutos.- La mujer, vampira obviamente, dejó de hablar
-         -   Mina, te presento a 602, mi mayor proyecto.- Su padre miraba a la mampara con una especie de      orgullo y satisfacción, a ella nunca la había mirado así, y, de repente, se sintió celosa de una figura deforme. Se sintió ridícula
-          - .¿Qué es?- Preguntó acercándose más detenidamente a aquel cristal
-       -   Es un animal, mezclado con la esencia de las cinco materias: tierra, aire, agua, fuego y el alma,    bueno teóricamente, el alma le rechaza.
Su padre fue hablando pero se fue quedando atrás, su voz parecía muy lejana. En un segundo aquella figura se dio la vuelta y lo puedo observar bien. Tenía una cabeza redonda y grande, una nariz que parecía más bien un hocico, con dos hendiduras a cada lado, tenía los ojos y la boca cerrados y no se le distinguían. Rozó con una mano el suave y frío cristal y una sacudida removío la vitrina. Apartó la mano bruscamente, temiendo hacerse daño, pero al único que parecía dolerle era a él, a aquel ser, el pobre animal se removía y retorcía, su boca se abría para aullar, una especie de aullido gatuno pero 100 veces más fuerte, como un rugido. Abrió sus ojos y unos ojos azules la miraron, no estaban aterrados, ni curiosos, estaban… vacíos, un vacío enorme lo cubría todo, eran unos ojos azules como el hielo que cubre los glaciares en la Antártida y, por dentro, de un verde como las praderas en primavera. Mina se preguntó cómo esos dos colores, tan diferentes podían combinar tan bien. El animal volvió a cerrar los ojos y se sacudió de nuevo.
-         -  Páralo.- Dijo en un susurro y antes de pensar en lo que estaba diciendo ya se encontraba gritando.- ¡PÁRALO!- Su padre la miró, en un principio sorprendido, pero no cedió ante su petición.- ¡LE ESTÁS HACIENDO DAÑO!¡PARA!- La sala entera se había quedado mirando para ella, nerviosos, atónitos a lo que acababan de escuchary, por otra parte también curiosos por la escena.
-        -   No, sube al siguiente nivel.- Ordenó su padre a uno de los hombre enfrente de un ordenador, el hombre tragó saliva y pulsó varias teclas.
Ante la oponente mirada de su padre, Mina no se encogió. Lo miró con furia y, subiendo a la carrera los escalones que conducían arriba, salió de la sala. Tan ensimismada estuvo cuando su padre la llevó a aquella sala que no se había fijado en el camino que tomaron. El pasillo se dividía en dos y, aún con la furia ardiendo por sus venas decidió tomar el de la izquierda. Tan sólo quería irse, salir de aquel lugar espantoso y volver al bosque, al contacto con la naturaleza, sin tantos artificios científicos.
-         -  EH! Espera.- Alguien la llamaba desde atrás y al darse la vuelta se sorprendió cuando vio al joven de ojos verdes de la noche anterior.- Muy pocos le hablan así al gran científico Gaahl.- Se paró enfrente de ella, sacudiendo su pecho mientras respiraba con dificultad
-        -   ¿Qué quieres?
-        -        Pues llevarte a la salida, por supuesto
-         -  Puedo encontrarla por mí misma, muchas gracias.- Dijo empujándolo con el hombro mientras echaba a andar en la dirección opuesta a la que vino, una mano la sujetó del brazo y la hizo girarse.
-         - Ven conmigo.- No había rastro de diversión en su voz, tan sólo una frialdad que le recordó al tono que había empleado con ella momentos atrás.
Más que asustada, intrigada, siguió al muchacho a través del aquel pasillo infernal, puerta y puertas fueron pasando a sus lados mientras imaginaba todas las torturas y crueldades que se esconderían en aquellas salas. De repente, la luz del sol le dio de pleno en sus ojos y , haciendo una mueca miró hacía el otro lado sólo para encontrar que se encontraban fuera del edificio, en la parte trasera del laboratorio, una explanada de césped húmedo del rocío se mecía suavemente con la brisa de la mañana, una capa de frondosos árboles era la entrada de un bosque con árboles tan altos como aquel edificio y tan densos que apenas podías ver más allá. Bajó las escaleras a toda prisa saliendo al campo, mirando de frente a aquellos árboles.


-          No te acerques mucho, suelen rondar animales salvajes…
Antes de poder terminar la frase un animal saltó de en medio de los árboles, era grande, del tamaño de un caballo, con el aspecto de un gran lobo con pelaje negro como la noche, sus dos cabezas en forma de perro no dejaban de gruñir y salivar. Todo fue tan rápido que Mina no tuvo tiempo de gritar, en menos de un segundo Aiden ya estaba delante de ella con un cuchillo en la mano, dispuesto a pelear, los músculos de su espalda tensos.
-          A la de tres corre.- Le dijo en un susurro.- TRES!
No lo pensó dos veces, echó a correr esquivando a aquél Dos-Cabezas y se metió de lleno en lo profundo del bosque. Las ramas se enredaban en su ropa y raspaban sus brazos, lo que le recordó a la noche anterior. Los raspazos de sus brazos se volvieron a abrir con cada rama que pasaba sobre ellos y nuevos se hacían cada pocos segundos. Mina corría y corria tan rápido como le daban sus pulmones, sus piernas se resentían de tanto correr y su cuerpo se hacía cada vez más  y más pesado hasta que, cuando pensaba que desfallecería salió a un inmenso lago en medio del bosque, se tiró al césped de rodillas, intentando recuperar el aire, agitando nerviosamente su pecho. Cuando alzó la vista, el sol reflejaba en el lago dándole un tono dorado. De la superficie surgió una mujer, como un fantasma semi-transparente hecho de agua. La mujer, de una belleza deslumbrante, con su cabello negro ondeando alrededor de ella se acercó a la joven. Mina, deslumbrada ante tanta belleza, supo enseguida que se había topado con una ninfa auténtica. Las ninfas puras, como la mujer que tenía delante, eran los seres más puros que habitaban la tierra, apenas se dejaban entrever entre las olas de los mares o los ríos. Asi que cuando la ninfa se arodillo ante ella Mina pensó que era un sueño
-          Tendrás que luchar, luchar contra aquellos que amas, amar a aquellos que odias y a temer a aquello que conoces. Me muero, Mina Gaahl.- La joven se estremeció al escuchar su nombre.- Pero tú serás la sucesora del Alma, es un poder infinito, guárdalo bien, evita que nadie lo encuentre nunca y, sobretodo no caigas a su poder
La hermosa mujer puso su mano en su pecho y una calidez embargó cada partícula de su ser. De repente, todo se volvió negro.

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