Fijó sus ojos azules
por la ventana de la habitación, perdiéndose por el bosque que veía en el fondo
de aquella pradera verde y nublada, con las gotas de lluvia recién caídas de la
tarde. La profesora daba una materia que ella había dejado de escuchar hacía ya
mucho tiempo. De repente, bajo la atenta mirada de la muchacha, una bandada de
hadas pasó por delante, todas minúsculas y rápidas, tan sólo un borrón de
color, pero ella lo vio, las vio pasar raudas hacia quién sabe dónde, mirando
hacia donde había desaparecido la pequeña bandada de hadas, un destello llamó
su atención, una pequeña hada se había quedado rezagada de las demás, quien la
habían dejado atrás, muy atrás. La pobre criatura era de una inmensa belleza,
como las demás hadas, pequeña, de no más de 8 centímetros y de un largo y
sedoso pelo azul, azul intenso como el mar, ella movía sus alitas todo lo
rápido que podía, mas no era suficiente para alcanzar a las demás,
en sus alas plateadas se había quedado enganchado una ramita minúscula que le
impedía volar tan rápido como las demás, a la muchacha le sorprendió el
esfuerzo de aquella criatura por ser igual que las otras, alargó la mano, en
cuanto el hada estuviera lo suficientemente cerca la agarraría, cuando por fin lo logró, aquel ser emitió una especie
de chillido antes de que los dedos de la muchacha se cerraran en torno a su
pequeña figura, la pequeña no paraba de retorcerse y chillar; con la otra mano,
la joven retiró la pequeña rama que impedía a la criatura estirar sus alas, en
el momento en que éstas fueron liberadas la pequeña hada se tensó, dejando todo
su cuerpo rígido, despacio fue estirando sus alas, sus auténticas alas, y echó
a volar tan rápido que en un par de segundos tan sólo fue un borrón entre las
grises nubes
- -
De nada, bicho estúpido.- Susurró la
joven volviendo a sus posición original
- - Señorita Gaahl, un placer tenerla con
nosotros.- Dijo la profesora, mientras algunos soltaban unas risillas.- ¿Podría
continuar?
- -
Por supuesto, nadie puede perderse una
palabra de lo que usted dice, señorita Gord.- Dijo la muchacha, mientras la
clase estallaba en unas sonoras risotadas.- Hablaba usted de la Gran Guerra,
como siempre, señora. Una guerra iniciada por los humanos, en el año 2078
contra las criaturas mágicas, la cual duró 40 años hasta que se formalizaron
Las Alianzas, allá por el 2119, que se renuevan cada tres años gracias al
consejo que…
- -
Es suficiente, señorita Gaahl.- Gruño
aquella gárgola vieja que tenían por profesora
- -...Que está formado por cada líder de las
cinco razas: vampiros, licántropos, humanos, elfos y magos.- contó con sus
dedos.- que reinan en armonía, o eso es
lo que dicen ya que las malas lenguas dicen que se esta preparando una…
- -
ES SUFICIENTE MINA GAAHL.- Gritó su
profesora, estampando el libro que tenía en su mano a la mesa.- FUERA DE ESTA
CLASE
Todo el mundo calló de
repente, como si un manto de silencio se impusiera en aquella clase descolorida
de aquella estúpida ciudad, como si todos los seres del planeta se hubieran
callado al mismo tiempo y reinara la paz. La joven se levantó bruscamente,
recogió su libro, se puso la mochila al hombro y salió de la clase dando un
portazo.
Por los pasillos de
aquella escuela infernal los minutos pasaban como horas, sacó de su chaqueta
verde un gorro de lana negro y se lo puso en la cabeza, antes de salir por
aquellas puertas de cristal se fijó en su reflejo, el pelo marrón, de destellos
rubios caía como una cascada por sus delgados hombros, hasta la cintura, sus
ojos azules la miraban, desafiante, le devolvían una mirada fiera, se pasó la
lengua por sus resecos labios y empujó la puerta de un tirón, saliendo a la fría tarde de invierno, abrochando su chaqueta hasta arriba de todo, sacando del
bolsillo de su pantalón un cigarro y llevándoselo a la boca, un solo pestañeo y
el cigarro se encendió de la nada, como si hubiera estado allí un mechero desde
siempre. Inspiró esa calada de humo que tanto le relajaba y expulsó lentamente.
Anduvo hasta que podía extender sus brazor y tocar los troncos húmedos de
aquellos árboles, ese bosque con el que fantaseaba todos los días a través de
las ventanas de la siniestra clase. Se quedó ahí por largo rato, las llamadas
en su móvil rompían de vez en cuando el silencio natural, alterándolo con su
música infernal. El sol bajó y, al darse cuenta de que tenía hambre decidió dar
la vuelta y volver por el camino que
había tomado cuando unos arbustos se movieron a un lado del camino. Oteó
el lugar, y al no ver nada, volvió a emprender su camino cuando pasos, esta vez
eran pasos, se escucharon demasiado cerca, se escondió detrás de un árbol en el
camino y esperó. Efectivamente, un minuto después observó a tres jóvenes que
corrian por el bosque, vestidos de negro y camuflaje, con armas en sus manos,
negras y aterradoras. Eran la Resistencia, un grupo de hombres y mujeres
opuestos al sistema, Alegando que los humanos destrozaron el mundo no tenían
derecho a vivir en el Nuevo mientras que los magos eran la raza más
despreciada, perfectos asesinos, reflejos rápidos y vendidos a los humanos para
cazar animales exóticos y criaturas mágicas, animales y personas mueren cada
día por su culpa, con sus trucos mágicos y el domino de la naturaleza muchos
han muerto, para que los humanos puedan jugar a ser dioses. Tanto desprecio por
su raza, pensó la muchacha. Ella era un híbrido, mezclas de diferentes razas,
ella era medio elfo-mago. Algo tan puro mezaclado con el pecado, los elfos eran
las criaturas más delicadas y puras, serenos y hábiles, infinitamente sabios y
hermosos. Nunca conoció a su madre, por ello vivió con su padre, el elfo,
miembro de la rama científica del Consejo. Presidente de la mayor corporación científica
de la ciudad, una de las primeras del mundo. Era severo, un reputado científico,
a veces insensible pero era un padre, era un buen padre. Pensar en su familia
hizo que un retortijón atravesara en su estómago, la culpabilidad llenó su
cuerpo. Salió de detrás del árbol y empezó a correr en dirección opuesta a los
chavales, las ramas se enganchaban en su chaqueta y le daban tirones hacia
atrás, pero ella no desistió en el empeño, empezó a acelerar el ritmo cuando
oyó pisadas detrás suya, la seguían , estaba segura de ello, su gorro se
enganchó en una de las ramas y se perdió en la oscuridad, no le importó, siguió
corriendo hasta que los pulmones ardieron, cuando la cogieron y la estamparon contra
un árbol sólo logró pestañear, en un solo segundo una figura negra la tapaba
contra el árbol, impidiendo cualquier posibilidad de escapar, su mano
enguantada tapaba su boca con tanta fuerza que apenas podía pensar. Vió unos
ojos verdes que la miraban con curiosidad, distingiuó que era un hombre, de su
edad más o menos, respiraba entrecortadamente contra su mano mientras el vaho
salía de su boca. Analizaba toda la situación sin pestañear, esos ojos verdes,
entre la oscuridad sólo podía distinguir diferentes retazos de su cara. Aflojó
su agarre y aprovechando la ocasión, se escabulló entre sus brazos mientras le
propinaba una patada en la barriga, el joven soltó una maldición doblándose
bajo su cuerpo. Mina corrió dejando todo atrás, al muchacho, al bosque, a los
árboles, ella sólo corrió y corrió, dejando que sus botas se hundiera en el
barro y que las ramas pincharan su piel. Salió a la gran explanada cerca de su
colegio, estaba exactamente en el mismo lugar donde ella miraba todos los días
desde su clase, forzando la vista hasta casi podía ver la ventana de su clase,
casi. Apartó aquellos pensamientos y bajó aquel campo enorme a la carrera, todo
era cuesta abajo asi que no le llevó mucho tiempo. Nunca volvió a mirara atrás,
puede que aquellos la hubieran seguido, pero al girarse no encontró a nadie, no
se oía nada. Se perdió entre las calles, los edificios bajos, de piedra,
después de aquella guerra el mundo quedó destrozado y tuvimos que reconstruirlo
poco a poco. Las calles empedradas se parecían unas a otras, siempre con los
mismos tejados, las tejas rojas, las flores en las ventanas, como una pequeña
ciudad de juguete. Su casa no quedaba lejos y, al llegar no quedó impresionada
por la enormidad de ese lugar, su casa era la más grande con diferencia, de
piedra, con dos pisos, enormes puertas y ventanas. La ventana del salón estaba
encendida, soltó una maldición y entró. Su padre estaba en el sofá, sentado,
mirando el fuego de la chimenea encendida; su esposa, Marguerite, estaba
sentada en el sofá de dos plazas, con las piernas perfectas cruzadas la una
sobre la otra, perfectamente educada, con la espalda recta, una copa de vino
tinto en la mano, y no podía faltar el puñetero perro de raza tumbado junto al
fuego, en la alfombra persa. Era un cuadro perfecto donde la única que
sobresalía era ella, con sus pantalones apretados y rotos del bosque, la
chaqueta verde colgando de un hombro, la mochila embarrada en la mano y el pelo
desordenado con restos de ramitas entre él, era como si hubiera vuelto de una
guerra campal donde la anarquía reinaba.
- -
Hey.- Dio más bien en un suspiro,
soltando la mochila sucia en la alfombra. Marguerite frunció el ceño, pero no
dijo nada y, lentamente bebió un sorbo de esa bebida roja como la sangre.
- -
¿Dónde has estado?- El tono brusco y
poderoso de su padre retumbó en la habitación, el duelo de miradas con su “madre”
tendría que parar
- -
Por ahí.- Era una mala respuesta, lo
sabía, su padre lo sabía también, pero en aquel momento no sabía qué más decir
- -
Han llamado del colegio…
- -
EH! Eso no fue mi culpa, fue culpa de
esa zorr…
- -
MINA!- ese gritó la calló por completo.-
Vas a cumplir dieciocho años! Deja de comportarte como una niñata descontrolada
Esas palabras dolieron
como una bofetada, cogió la mochila del suelo de un tirón y subió las escaleras
entrando en su cuarto de un portazo. Se tumbó en la cama, mirando hacia el
techo, de pequeña ella y su padre habían pegado estrellas luminosas en el
techo, por el día no se veían bien pero por la noche brillaban como luciérnagas.
Decidió quitarse aquella ropa embarrada y rota, se desvitió lentamente,
quedándose en ropa interior, cogió una toalla esponjosa de detrás de su puerta
y se la puso en su cuerpo, abrió la puerta y se deslizó lentamente por el
pasillo, abajo, en el salón seguía su padre, esta vez copa de whisky en mano,
se agachó un momento, agarrada a la barandilla, escuchando.
- -
… no sé qué voy a hacer con ella.-
Suspiraba su padre después de beber un trago de aquel líquido ambarino.- No sé
si está preparada
- -
Lo está, hoy lo he visto.- Respondió
Marguerite, sentada a su lado.- Ha entrado por esa puerta y tenía un brillo en
los ojos, una especie de confianza y seguridad, está preparada
- -
Yo sólo he visto a mi niña, de cinco
años, cuando aún me llamaba papi y me pedía caramelos de limón
- -
Pero es lo que siempre ves, se ha hecho
mayor y se ha convertido en una fuerte mujer, tiene que aceptarla como es ahora
Se quedaron en
silencio, con el crepitar de las llamas de la chimenea de fondo. Mina se quedó
en el suelo del pasillo, nunca había oído a Marguerite hablar así de ella, ¿más
fuerte? ¿con seguridad? En el fondo sabía que no era una mala persona, sólo
demasiado pija para su gusto. Se levantó despacio, agarrándose la toalla y
cruzó el pasillo hasta el cuarto de baño. Encendió la ducha y se miro en el
espejo ¿seguridad?¿una mujer?. Su pelo enredado de color marrón claro caía
descolocado y sin gracia alrededor de su cara, su piel tostada, un leve moreno,
propio de la raza élfica, incluidas sus orejas acabadas en punta, aunque casi
ni se notaba. A veces, cuando escuchaba algún ruido lejos de ella, movía las
orejas con gracia, sus ojos claros eran lo único que destacaba, no eran ojos de
elfo, eran ojos de mago, claros, de un azul brillante, con pequeñas manchas
verdes salpicando su iris aquí y allá, era lo único que la identificaba como
algo más que un elfo y, por un momento, pensó en su madre, con la misma
facilidad con la que llegó, desechó ese pensamiento y se metió en aquella
bañera llena de vapor de agua. Dejó que el agua caliente relajara sus músculos,
aun tensos por la carrera de antes, la adrenalina aún corriéndole por las
venas, supo en ese momento en que hoy no dormiría. En poco más de diez minutos
ya estaba seca y con el pijama, una sencilla camiseta y unos pantalones de
rayas. Ya en la cama le vino a la mente la imagen de esos ojos, esos ojos
verdes que la habían interceptado en el bosque, y contrario a lo que pensaba se quedó
dormida con el color verde de fondo.
Se levantó cuando un
peso cayó a su lado, abrió los ojos y vio a su padre sentado en su cama, le
tocó el hombro suavemente
-
Vístete y ven.- Se levantó de la cama y
salió de su habitación
Se
levantó de un salto, se quitó el pijama de dos tiron y cogió unos vaqueros del
armario, una camiseta de colgaba de su silla y salió poniéndose uno de sus
tenis, su padre la esperaba debajo de la escalera. Le siguió y ambos salieron
de la casa, se subieron en el coche y, en silencio, su padre arrancó el coche.
-
¿Adónde vamos?- Dijo mirando distraída
por la ventana
-
A mi laboratorio
Eso captó su atención y
dejó de mirar el paisaje para observar a su padre, sentado al volante, con la
mirada sería y los ojos marrones fijos en la carretera. Su padre sí que era el
prototipo de elfo, alto y delgado, con la piel olivácea y los ojos marrones, el
pelo rizado y marrón y, sobretodo, extremadamente guapo. Las imágenes fueron
pasando cuanto más se acercaban a las afueras de la ciudad, los edificios
seguían en construcción, edificios altos, hechos en materiales recientes y
modernos, tan comparables como las casitas de piedra de la otra punta de la
ciudad. Aparcamos a las afueras de aquel gran edificio, alto, imponente, de
cristal. Bajaron del coche y Mina se quedaba mirando hacia todos lados, con la
boca abierta, Al notar su cara, el padre no pudo evitar que una sonrisa
escapara de sus labios. Si por fuera era impresionante, por dentro lo era
todavía más, personas, cientos de personas corrían con papeles de allí para
allá, pasaron a través de unas barral metálicas que se abrieron cuando su padre
pasó una tarjeta por ellas, después pasaron por varios detectores de metales.
Entraron en el ascensor, y su padre pulsó el botón de -3
- ¿-3? ¿cuántas plantas hay?- Preguntó
la joven con extrañeza
- Tenemos hasta 20 plantas, pero adónde
te voy a llevar yo es a mi planta personal, es mi laboratorio, donde trabajo
Salieron a un pasillo
largo y oscuro, de piedra y lo recorrieron lentamente hasta llegar a una
puerta, en cuanto la abrieron una luz los cego, era una sala enorme, como dos
campos de fútbol y todas llenas de gente, de vitrinas vacías, y algunas
incluso con experimentos dentro, formas no humanoides, incluso había una
jaula vacía al final de aquella sala. Por un momento, el miedo embargó a Mina
al imaginarse los miles de experimentos que llevan a cabo ahí abajo, un
escalofrío subió por su columna vertebral.
- -
Llevo años experimentando aquí abajo, y
ya estoy empezando a sentir los símbolos de la vejez…
-
Oh, papá, ese rollo otra vez no, no
estás tan viejo…
- -
Lo estoy.- dijo volteando su cabeza para
mirarla directamente, su sinceridad se leía en sus ojos y la seriedad era
palpable en el aire.- Por eso quiero que conozcas mi trabajo.- Dijo volviendo a
su posición original y bajando las escaleras
-
- Bueno… ¿y quién paga todo esto?
- -
El consejo, por supuesto, ellos están
tan ansiosos por el descubrimiento tanto como yo, estamos avanzando mucho a un
ritmo alarmante
- -
Pero, con todos estos inventos, ¿por qué
no ayudáis al pueblo? Ya los has visto, viven en la miseria casi...
-
- Oh Mina, tu siempre exagerando… por
supuesto que lo compartiremos con el pueblo, sin ellos no estaríamos asi, pero
para ello necesitramos experimentar. El consejo sabe muy bien lo que hace
- -
Si? Yo no estoy tan segura.- Dijo la
muchacha observando una especie de bicho de metal, expuesto como en un museo.
-
- rumores de la Resistencia son sólo
eso, rumores. El consejo no está comprado, son fieles y sinceros y nos protegen
de nuestros enemigos
- -
¿Enemigos?- Mina pensó en los tres
jóvenes de la noche anterior, vestidos de negro, con aquellas armas
En ese momento un joven
de la edad de la muchacha se acercó a ellos, era alto y musculoso, con una bata
blanca sobre un jersey negro de pico, por el que se escondía una cuerda de
cuero.
- -
Señor Gaahl, necesito su autorización para
el experimento 563-H.-
Su voz alta y grave le
trajo un recuerdo a Mina, el recuerdo de una respiración entrecortada y una
maldición y cuando giró su cabeza para ver al joven que estaba junto a su padre
casi se le cae aquel pequeño escarabajo de metal con el que llevaba jugueteando
un buen rato, esos ojos verdes, esos ojos con los que había soñado la otra
noche, los ojos que no hacía ni 24 horas estaban a centímetros de su cara, con
una mano tapando su boca. El joven dirigió su mirada hacia ella y una leve
chispa de reconocimiento se encendió en sus ojos. Tranquilizó a su desbocado
corazón, asegurándose a si misma que podía estarse equivocando. El joven
intentaba aparentar hacer caso a lo que mi padre le decía pero de vez en cuando
sus ojos se posaban en ella nuevamente, pasó una mano por su pelo cobrizo, despeinándolo
más de lo que estaba.
- -
Mina.- dijo su padre de repente.- ven
aquí, este es el señor Karrp, nuestro más joven y brillante científico, tiene
sólo dos años más que tu
- -
Por favor, señor, llámeme Aiden.- Sus
ojos viajabn entre mi padre y yo cada pocos segundos
En esos momentos una
chica joven se acercó a ellos, vestía la misma bata blanca que todos los demás
y llevaba en sus manos unos papeles desordenados
- -
Señor Gaahl, le necesitamos ahora mismo,
es el experimento 602
Los ojos de su padre se
abrieron con preocupación infinita y con un seco “vuelvo enseguida” los dejo
allí, a ellos dos, plantados en aquella enorme oficina. Los primeros segundos
fueron tensos, él sabía lo que yo estaba pensando, la había reconocido sin
lugar a dudas. Mirando detenidamente al chico, Mina descubrió la tinta de un
tatuaje que asomaba por su cuello, era minúscula, una pequeñísima raya negra,
no parecía un tatuaje, sino más bien un borrón de alguna pintura.
- -
Mira, no sé que quieres de nosotros,
pero será mejor que no asomes las narices donde no te llamaban.- Dijo el hombre
con una voz fría como la del acero
- -
No sé de qué me estas hablando.- Por
supuesto que lo sabía, él no era tonto, o por lo menos no tendría pintar de
serlo
- -
Hablo de tu pequeña escapada al bosque,
no quiero volver a verte por allí.- A medida que iba hablando se fue acercando
más a ella hasta estar a tan sólo unos centímetros. En sus ojos sólo se
reflejaba la frialdad más absoluta.
- -
¿O sino qué…?- Lo estaba retando, Mina sabía que son esa
respuesta estaba empezando un juego del que no estaba segura de querer entrar,
ni segura de poder salir.
Antes de que le
respondiera, un brillo iluminó sus ojos ¿maldad?¿picardía?¿diversión? cientos
de respuestas se le ocurrieron para su mirada, pero su padre apereció tan
rápido como había desaparecido
- -
Aiden, nos vemos después.- Dijo en casi
un suspiro de voz, estaba apresurado, el cabello despeinado.- Mina, ven
conmigo, te voy a mostrar mi mayor experimento
Por el camino que le
llevó su padre observó que no todas aquellas cosas eran tecnológicas, observó
varios animales en jaulas, criaturas que estaban casi extintas o que ya habían
desaparecido. En una mesa, un experimento olvidado creaba un pequeño tornado de
color azul hielo, que iba girando y girando sobre sí mismo, cambiando de color
rápidamente, en una pizarra ponía: “Experimento 109- Control de las materias”.
Las materias, pensó Mina, se decía que las materias eran los poderes que
habían dado lugar a las cinco razas, los que las dotaron de su poder y les dieron
sus necesidades particulares; existen en todas las cosas de este mundo, el
aire, las piedras, la tierra, el agua... Nunca pensó que de verdad existieran,
que era sólo una leyenda de viejos. Antes de que pudiera seguir pensando, su
padre la condujo hasta una habitación oscura, las luces de baja intensidad le
permitían observar varias pantallas de ordenador que iluminaban a las personas
que estaban enfrente de ellas, hombre y mujeres, quizás 10 u 11 estaban allí,
y, de repente, lo vio, era una gran mampara de cristal llena a rebosar de una
especie de líquido azul, dentro se podía observar una borrosa sombra negra, de
vez en cuando aquella cosa se removía y se torcía, como si estuviera viva. Una
mujer extremadamente alta y delgada, de un cabello rubio platino como el sol se
acercó e ellos. La mujer, de una palidez extrema, habló con voz aguda.
- -
Hemos logrado contenerle, pero me temo
que la inyección de la quinta materia tarda en disolverse, la rechaza constantemente
y…
Sin darse cuenta habían
empezado a andar, bajando las escaleras metálicas donde se encontraban los
ordenadores hasta una espaciosa planta con la mampara en el centro, como si
fuera una ventana, aunque el lugar del paisaje ves a una especie de figura
viscosa negra.
- - La dosis será en cinco minutos.- La
mujer, vampira obviamente, dejó de hablar
- -
Mina, te presento a 602, mi mayor
proyecto.- Su padre miraba a la mampara con una especie de orgullo y
satisfacción, a ella nunca la había mirado así, y, de repente, se sintió celosa
de una figura deforme. Se sintió ridícula
-
- .¿Qué es?- Preguntó acercándose más
detenidamente a aquel cristal
- -
Es un animal, mezclado con la esencia de
las cinco materias: tierra, aire, agua, fuego y el alma, bueno teóricamente, el
alma le rechaza.
Su padre fue hablando
pero se fue quedando atrás, su voz parecía muy lejana. En un segundo aquella
figura se dio la vuelta y lo puedo observar bien. Tenía una cabeza redonda y
grande, una nariz que parecía más bien un hocico, con dos hendiduras a cada
lado, tenía los ojos y la boca cerrados y no se le distinguían. Rozó con una
mano el suave y frío cristal y una sacudida removío la vitrina. Apartó la mano
bruscamente, temiendo hacerse daño, pero al único que parecía dolerle era a él,
a aquel ser, el pobre animal se removía y retorcía, su boca se abría para aullar,
una especie de aullido gatuno pero 100 veces más fuerte, como un rugido. Abrió
sus ojos y unos ojos azules la miraron, no estaban aterrados, ni curiosos,
estaban… vacíos, un vacío enorme lo cubría todo, eran unos ojos azules como el
hielo que cubre los glaciares en la Antártida y, por dentro, de un verde como
las praderas en primavera. Mina se preguntó cómo esos dos colores, tan
diferentes podían combinar tan bien. El animal volvió a cerrar los ojos y se
sacudió de nuevo.
- -
Páralo.- Dijo en un susurro y antes de
pensar en lo que estaba diciendo ya se encontraba gritando.- ¡PÁRALO!- Su padre
la miró, en un principio sorprendido, pero no cedió ante su petición.- ¡LE
ESTÁS HACIENDO DAÑO!¡PARA!- La sala entera se había quedado mirando para ella,
nerviosos, atónitos a lo que acababan de escuchary, por otra parte también
curiosos por la escena.
- -
No, sube al siguiente nivel.- Ordenó su
padre a uno de los hombre enfrente de un ordenador, el hombre tragó saliva y
pulsó varias teclas.
Ante la oponente mirada
de su padre, Mina no se encogió. Lo miró con furia y, subiendo a la carrera los
escalones que conducían arriba, salió de la sala. Tan ensimismada estuvo cuando
su padre la llevó a aquella sala que no se había fijado en el camino que
tomaron. El pasillo se dividía en dos y, aún con la furia ardiendo por sus
venas decidió tomar el de la izquierda. Tan sólo quería irse, salir de aquel
lugar espantoso y volver al bosque, al contacto con la naturaleza, sin tantos
artificios científicos.
- -
EH! Espera.- Alguien la llamaba desde
atrás y al darse la vuelta se sorprendió cuando vio al joven de ojos verdes de
la noche anterior.- Muy pocos le hablan así al gran científico Gaahl.- Se paró
enfrente de ella, sacudiendo su pecho mientras respiraba con dificultad
- -
¿Qué quieres?
- -
Pues llevarte a la salida, por supuesto
- - Puedo encontrarla por mí misma, muchas
gracias.- Dijo empujándolo con el hombro mientras echaba a andar en la
dirección opuesta a la que vino, una mano la sujetó del brazo y la hizo
girarse.
- -
Ven conmigo.- No había rastro de
diversión en su voz, tan sólo una frialdad que le recordó al tono que había
empleado con ella momentos atrás.
Más que asustada, intrigada,
siguió al muchacho a través del aquel pasillo infernal, puerta y puertas
fueron pasando a sus lados mientras imaginaba todas las torturas y crueldades
que se esconderían en aquellas salas. De repente, la luz del sol le dio de
pleno en sus ojos y , haciendo una mueca miró hacía el otro lado sólo para
encontrar que se encontraban fuera del edificio, en la parte trasera del
laboratorio, una explanada de césped húmedo del rocío se mecía suavemente con
la brisa de la mañana, una capa de frondosos árboles era la entrada de un
bosque con árboles tan altos como aquel edificio y tan densos que apenas podías
ver más allá. Bajó las escaleras a toda prisa saliendo al campo, mirando de
frente a aquellos árboles.
-
No te acerques mucho, suelen rondar
animales salvajes…
Antes de poder terminar
la frase un animal saltó de en medio de los árboles, era grande, del tamaño de
un caballo, con el aspecto de un gran lobo con pelaje negro como la noche, sus
dos cabezas en forma de perro no dejaban de gruñir y salivar. Todo fue tan
rápido que Mina no tuvo tiempo de gritar, en menos de un segundo Aiden ya
estaba delante de ella con un cuchillo en la mano, dispuesto a pelear, los músculos
de su espalda tensos.
-
A la de tres corre.- Le dijo en un
susurro.- TRES!
No lo pensó dos veces,
echó a correr esquivando a aquél Dos-Cabezas y se metió de lleno en lo profundo
del bosque. Las ramas se enredaban en su ropa y raspaban sus brazos, lo que le
recordó a la noche anterior. Los raspazos de sus brazos se volvieron a abrir
con cada rama que pasaba sobre ellos y nuevos se hacían cada pocos segundos.
Mina corría y corria tan rápido como le daban sus pulmones, sus piernas se
resentían de tanto correr y su cuerpo se hacía cada vez más y más pesado hasta que, cuando pensaba que
desfallecería salió a un inmenso lago en medio del bosque, se tiró al césped de
rodillas, intentando recuperar el aire, agitando nerviosamente su pecho. Cuando
alzó la vista, el sol reflejaba en el lago dándole un tono dorado. De la superficie
surgió una mujer, como un fantasma semi-transparente hecho de agua. La mujer,
de una belleza deslumbrante, con su cabello negro ondeando alrededor de ella se
acercó a la joven. Mina, deslumbrada ante tanta belleza, supo enseguida que se
había topado con una ninfa auténtica. Las ninfas puras, como la mujer que tenía
delante, eran los seres más puros que habitaban la tierra, apenas se dejaban
entrever entre las olas de los mares o los ríos. Asi que cuando la ninfa se
arodillo ante ella Mina pensó que era un sueño
-
Tendrás que luchar, luchar contra
aquellos que amas, amar a aquellos que odias y a temer a aquello que conoces.
Me muero, Mina Gaahl.- La joven se estremeció al escuchar su nombre.- Pero tú
serás la sucesora del Alma, es un poder infinito, guárdalo bien, evita que
nadie lo encuentre nunca y, sobretodo no caigas a su poder
La hermosa mujer puso
su mano en su pecho y una calidez embargó cada partícula de su ser. De repente,
todo se volvió negro.
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