Tres
meses, tres meses han pasado y aún te recuerdo como si fuera ayer, paseando por
la gran plaza de María Pita, con tus gastadas Ray-Ban y tu pelo ondeando al
sol. Echaré de menos todo de ti, tus dietas locas que al final te acababas saltando,
tu cara al saborear una de nuestras pizzas, esas en las que cogíamos todo de la
despensa y lo echábamos a la masa, y al final eran las mejores del planeta.
Echo de menos tu figura sentada en la cocina con una taza de café humeante y tu
cara de sueño, echo de menos tu colonia, al principio la odiaba porque me daba
dolor de cabeza pero nunca imaginé que la echaría de menos, echo de menos todo
de ti. Y cuando pienso que ya no acabarás nunca más tus cuadros, que nunca
abrirás ese pequeño local en el cual vendías las cosas más disparatadas, que
nunca más saborearemos cafés por la
ciudad de Santiago y nuestros fines de semana de cine, cuando pienso en todo
eso, una parte de mi se desvanece, se va, me abandona. Ya no habrás más
Navidades para ti, ni más sonrisas a contraluz, ni más fotografías, ya no queda
nada salvo el eco de tu risa en una casa vacía. Sólo espero que algún día pueda
recordarte sin derramar ninguna lágrima.
PD:
Cuida de mi allá donde estés, por favor.